
Lo externo y lo interno, como una misma condición. El abrigo material puede habitarse como una piel.
El vestido conecta con el espacio que encuentra los afectos, lo material percibido, que no se comunica con palabras, un lenguaje que muchas veces va más allá de lo supuesto y que es también una actitud, un abrigo interior.
Porque nos relacionamos con lo material como si tuviera alma, lo cargamos de subjetividad porque representa muchas cosas, encuentros, desencuentros, alegrías y hasta duelos.
El abrigo, se muestra como la segunda piel que elegimos adoptar. Y se muda…renovando la conciencia, manifestando nuestra presencia cultural, nuestra rebeldía y otras veces, intentando recuperar nuestra historia.