Habitar interior

“Este cambio radical de los sentidos, o quizá este surgimiento de un sentido distinto
confirma mi sospecha de que sólo en los extremos habita lo real”. (Roberto Juarroz)

Encontrarnos hoy en este lugar, en medio del contexto que nos traspasa y buscando las condiciones apropiadas para vivir, son afirmaciones que conceptualizan la palabra “habitar”. Pero nombrar y reflexionar sobre esa búsqueda, indefectiblemente nos lleva fuera del espacio físico, y en muchos casos, las preguntas relacionadas a este tema, aparecen en momentos de crisis personal.

            En este escrito quiero detenerme en mi propia percepción sobre el tema. Habitar hacia un construir, como la parte esencial del ser humano y visto como un proceso: me concentro en ese estado, entonces llego, construyo, habito, soy parte activa porque participo en cada instante…  ocurro a cada instante.

            Busco un modo de vivir consciente, y debo poder describirlo entonces -o al menos nombrarlo-, reflexionar sobre la experiencia del “estar”. Y no hablo de la subsistencia, sino del tan buscado camino de habitar el interior y las relaciones con el exterior. Está ligado a la conciencia sobre el entorno, que empieza primero por reconocerme, sale de mí, me hace llenar mi propio lugar y avanzar después hacia afuera.

            Se ha dicho muchas cosas de palabras como felicidad, sueños o deseos que no pueden alcanzarse y que siempre están más allá, otros dicen que se trata de ser consciente del momento que se vive, sin importar si es triste o alegre. Estoy más cerca de creer en esto último, aunque prefiero no definir ni usar esas palabras, cuyo efecto ya no me resulta útil para avanzar en esto de reconocerse imperfecto… y tan perfecto en relación con el “hogar”.

            Hay un poema de Hölderlin que dice “Lleno de méritos, sin embargo poéticamente, habita el hombre en esta tierra…el habitar del hombre descansa en el medir la dimensión, mirando hacia arriba, una dimensión a la que pertenecen tanto el cielo como la tierra”.

            En esa dimensión infinita, cada persona vive en su propio interior tratando de sentirse lo más cómodo posible, entablando un dialogo en la mente, ruidoso o silencioso en cada fotograma. Ceder, fracasar, insistir, insistir, insistir…. cansarse, “aprender a descansar para no darse por vencido” (a decir del ilustrador Pablo Bernasconi).

            Dentro de estos usados conceptos también está la trascendencia del ser, como la acumulación de experiencias con sentido, verdaderas, que huya de los sucesos, objetos y situaciones irrelevantes. Pero, ¿cuál es la medida de esto? ¿Acaso incluso los momentos irrelevantes no suman en esos instantes del “ser”?.

            La realidad de cada generación, los momentos que tocan vivir, nos permiten indagar en las diferentes maneras que hemos buscado a lo largo de los años edificar experiencias que nos lleven a construir y habitar, siendo parte consciente. Pero si algo es difícil de negociar, es el concepto sobre la existencia y su valor, sobre todo porque cada persona tiene elementos distintos para poner en ese cajón, y esa condición es la que le da el valor ineludible de autenticidad, además de poder ser medido siempre de manera subjetiva.

            He hablado de este habitar consciente y sobre lo difícil que es encontrar un sentido con adolescentes que en sus pocos años no pueden ver más que una nube obscura sobre su cabeza. No importa tratar de estimular su visión para descubrir otro entorno, se enorgullecen de ser realistas aceptando la oscuridad de las dificultades y el sinsentido de buscar otras respuestas. Pero sin embargo siempre están poniendo sobre la mesa el tema, que sería lo contrario de dejar, abandonar, mudar, estar ajeno, no habitar. Yo, me atrevo a decir, que este es un “vacío habitado”, porque es una demostración desesperada de encontrar lo que otros ya ni se cuestionan, de un aliento, una esperanza por asentarse, residir, anidar.

            Habitar es encontrar en cada momento ese sentido de pertenecer y abrazar lo material e inmaterial con esfuerzo y compromiso, aunque éste sea con uno mismo más que con ninguno. Hacerlo se impone como una necesidad de encontrarse con lo conocido, el hogar en cualquier lugar en el que nos despertemos.

16 comentarios en “Habitar interior”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *