LASCAUX

     Hay un tesoro  encontrado en las cuevas de Lascaux en Francia, paredes de piedra repletas de imágenes  realistas, que cuentan una historia. No podemos verlas porque son protegidas de la contaminación, con suerte podríamos recorrer  la réplica que se preparó para dimensionar su valor. Pero podemos ver el registro fotográfico y videos que nos muestran sus detalles.

     Se cree que fue realizada a lo largo de distintos periodos, unos 15mil años antes de Cristo en Francia. Más de 600 figuras de animales con una calidad casi impecable realizadas con pigmentos en el periodo paleolítico. Toros, tigres, mamuts, caballos. Escenas narrativas cuyo significado está en discusión, pero es innegable su carácter espiritual, porque es un espacio con características de santuario que parecía estar dedicado a los rituales, durante los cuales se hacían estas pinturas.

     Cuando reviso el material sobre el tema me encuentro con el esfuerzo de los autores por precisar quiénes fueros los hombres que las realizaron, tratando de enmarcarlos en el tiempo: Paleolítico superior, Edad del Reno, nacimiento del Homo Sapiens (que dio fin al hombre de Neandertal), el hombre Auriñacience medio o superior, el Neántropo, la fase Perigordiense, y muchos términos más en los que trato de orientarme, para entender cómo fue posible la realización de un trabajo tan minucioso por hombres que yo (como muchos), consideraba más cercano a los animales, seres no evolucionados y apenas pensantes.

     Y efectivamente, los hombres que los antecedieron se diferenciaban de ellos por su trabajo utilitario, tallaban piedras para obtener utensilios, pero siempre pensamos en ellos como bestias que sólo sobrevivían. No sabemos a partir de qué momento su situación cambió, porque en realidad su evolución se gestó durante miles de años y es muy difícil parametrizar.

     Cuando encontraron las cuevas de Lascaux,  fue cuando por primera vez se pensó en el ser humano como tal, tras la cantidad de testimonios que daban cuenta que podían producir arte, tal vez con el arte, el conocimiento y de ahí el nombre de Sapiens.

     Aparece entonces la afirmación que “el arte es un juego” y pienso que esos hombres eran nuestros semejantes, seres que reían en medio de su precariedad y sencillez. Son afirmaciones que aún me cuesta imaginar, pero veo el movimiento de los frescos pintados y sigo “leyendo” sobre su determinación, sobre su fuerza y espiritualidad manifestada. Entonces imagino esos rituales donde además del arte pictórico se producían también danzas, cantos, música, tal vez meditación, oración. Todas expresiones creativas abismalmente alejadas de lo salvaje.

     Me centro ahora en los animales, su relación con ellos, ya no desde la necesidad de alimento, sino desde un lugar más sensible, desde la necesidad de crear objetos que trasciendan la muerte, el arte.

     Es la conciencia de la muerte, junto con la sexualidad (relacionándolo con la reproducción-nacimiento) un tema que nace con el hombre que nos ocupa. Según Georges Bataille (2003) el hombre de Lascaux realiza por primera vez una experiencia de vida humanizada  y le asignamos la “culpabilidad de haber tenido actitudes próximas a los animales”. Sin embargo recorremos sus pinturas de animales y nos sorprendemos por su belleza, sus líneas delicadas, gestuales, cargadas de sensibilidad y nos topamos con otra realidad, una narración del tiempo que compartieron con animales. Imágenes que nos llevan a plantearnos la diferenciación con los animales o “la vida indiferenciada a la conciencia”, porque esos son conceptos que se fueron construyendo con la “ciencia”.

     Con la conciencia y miedo a la muerte y erotismo, también aparecen las prohibiciones, y por tanto la superación de las mismas, el arte, el juego, la religión, la  búsqueda de  “instantes sagrados”. Transgresiones. Un acercamiento a la vida humana de la que somos parte enlazándonos con el Homo Sapiens.

     El arte visto desde este punto de vista es una intensión englobada en una realidad religiosa y estética. Crear es modificar para dar respuesta y en ese “dar” está tal vez la prueba más simple y contundente de la esencia del ser humano.

      Las pinturas de Lascoux  presentan un bestiario, donde tratamos de entender la cosmovisión manifestada en el encuentro sagrado con los animales y la ambivalencia que significaba  la caza de estos como alimento.

     Lot-Falck dice que “el cazador ve al animal como su semejante”. Su superioridad sólo se afirma a nivel técnico, y que “el animal es superior en varios aspectos” (fuera física, agilidad, oído, olfato), pero sobre todo es superior en lo que se refiere al poder espiritual que es estar en contacto estrecho con las fuerzas naturales, y por esta razón  está más cerca de la divinidad.

      Según Bataille el animal de las cuevas de Lascaux está revestido de una dignidad intacta, más cerca por tanto de lo divino. Los frescos eran incluidos en rituales en donde el efecto de conjunto de las figuras le da un movimiento   “danza del espíritu” a las cuevas, que implicaba un ordenamiento con intensión “espontaneidad del genio”. No respondía a convenciones   ni eran dominados por la rutina, sino que el arte de los primeros hombres  tenía la libertad que el autor llama “genio” .

      Es tal vez por esas libertad que nos sentimos más tocados, porque no se enmarca en ningún casillero, más que en el de expresar y narrar su historia y vivencias.

      Así imagino el concepto del arte, trasladando esos conceptos al tiempo y espacio actual, donde el arte sigue buscando expresar por encima de las subordinaciones, alejándose de los parámetros, pero al mismo tiempo buscando concordancia con el mundo en que se encuentra inmerso, nutrido en la reflexión de saberes comunitarios y producciones de las sociedades humanas primitivas.

      Junto todas estas ideas, y no me resultan extraños algunos textos que relacionan lo humano con lo animal, donde la relación con los animales va más allá de la superioridad que en la sociedad actual damos por sentado.

      Paul Eluard con su poesía que lleva por título “Los animales y sus hombres” es uno de ellos, así como Cortazar y su obsesión con la observación del Axolote en un acuario de París, donde termina reconociéndose como tal y haciendo reflexiones respecto a su quietud, comunicación, ambivalencia de la humanidad y su parte animal.

      De igual manera Kafka en su “Informe para una Academia” les habla a la los “académicos” ironizando lo humano como lo racional y los roles mono-humano. Un mono que se convierte en humano y relata cuando fue herido y atrapado durante una expedición y su proceso de humanizarse. Relata la vida anterior del mono antes de ser capturado, luego su experiencia enjaulado, el proceso de amaestramiento,  y finalmente su vida en el mundo civilizado. Relata su angustia interior y el engaño a sí mismo que significa vivir en medio de las convenciones pautadas. Es una lectura que me obliga a pensar en varios temas no muy sencillos de encarar, como son las diferencias reales entre los humanos y los animales, la explotación animal; pero sobre todo, me hace repensar el concepto de libertad.

       Nietzsche hace otro análisis sobre el hombre, la bestia y el tiempo; que resulta abrupto para la época. Nos dice por su parte que queremos servir a la historia solamente cuando esta sirve a la vida. El hombre que se considera superior a la bestia lo contempla pero envidia su felicidad y despreocupación. Su capacidad de asombro, que sólo puede ser porque los animales no tienen noción del tiempo y son sinceros, ya que no tienen más pretensión de ser lo que son, y por tanto, no viven de una manera “histórica”. Para el hombre en cambio la vida es la sucesión ininterrumpida de momentos pasados, negándose a sí mismo en el transcurrir del tiempo. Nietzsche afirma que cada uno debe organizar su propio caos y atender sus verdaderas necesidades. Todo lo importante está en el presente puro.

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