
La colección de piezas arqueológicas de hace 1500 años del Museo Arqueológico Argentino Ambato, ubicado en La Falda, Argentina; es una manifestación de culturas originarias que tenían una cosmovisión no basada en el antropocentrismo como el que hoy domina nuestras sociedades. El ser humano para nuestros ancestros era parte del cosmos, y en eso se basaban sus actividades de respeto y rituales de adoración.
Esta lectura la podemos hacer gracias a su testimonio “plástico” en sus producciones. Vasijas pintadas o grabadas que narran su vida cotidiana, su relación con el universo, sus ofrendas, espiritualidad, su reconocimiento y valor en lo que origina la vida y la comunidad y lo que legitima sus derechos. Un encuentro que nos conecta con los hombres que nos precedieron en estas tierras y que nos han dejado estos mensajes testimoniales para interpretar y cuestionar los rumbos tomados en relación a las prioridades que hoy atendemos.
En el estudio de estas piezas se hace una recuperación del pasado para contarnos los elementos clave en los que basaban su existencia. El primero es la Madre Tierra o la Pachamama, que es el origen de todo lo que existe y el segundo es el derecho básico de acceso a las semillas, que son producto de miles de años de evolución y por tanto, contienen la memoria de la humanidad.
La figura de la chacana es un símbolo muy significativo que usaban para representar estos conceptos. Tiene la forma de una cruz con varios ángulos en los que se simbolizan estos dos elementos, la tierra y los alimentos como fuente de vida y su relación con el cosmos.
Otro símbolo representativo son los animales, donde podemos ver su rol fundamental e importancia en la cultura y comprensión de la realidad, de las comunidades de Ambato. El ser humano, tiene esa condición que implica no solamente pertenecer a un lugar, sino su responsabilidad y respeto en las relaciones con todos los seres vivos y el cosmos.
La simbología utilizada en sus figuras, son el objeto de estudio donde se rescata esta cosmovisión y el valor de estas interacciones. Los dibujos o grabados que aparecen en sus vasijas son evidencia de la confluencia entre el hombre y el animal. Figuras donde se distinguen varios animales y seres humanos. Híbridos que al no ser animales y tampoco humanos resultan ser un tercer ser.
La cerámica negra de Ambato, representa así metáforas de wakas y chamanes. Se puede interpretar la “transformación suprahumana” encarnada en el chamán que era una figura central de la organización sociopolítica y económica, una autoridad con poder además de político, religioso. Mostrando además evidencias de la práctica del consumo de alucinógenos en los rituales.
También en los diseños plasmados en estas cerámicas se puede encontrar wakas que son figuras ligadas a lo ancestral. Entidades sagradas que pueden asumir corporalidad animal, humana, vegetal o pétrea. Porque “todo lo que está en el mundo participa del mismo principio vital”. Las wakas legitiman sus derechos sobre el territorio de las comunidades y el poder del curaca chaman. Las imágenes de animales que estaban ligados con el poder sagrado que era detectado por los chamanes. La importancia de estas representaciones era de una relevancia absoluta, ya que de ello dependía la continuidad de la vida.
Todas estas relaciones permiten acercarnos a las experiencias ancestrales como una invitación a replantear nuestra relación con lo que nos rodea, no con la premisa que está a nuestro servicio, sino más bien al revés. ¿No somos nosotros los que estamos al servicio del mundo que creemos nuestro?. La conciencia sobre nuestra actitud se hace cada vez más urgente, y las evidencias de otras formas de entender el universo pueden ayudarnos en ese entendimiento y replanteamiento.
Este trabajo fue realizado a partir del texto del cuadernillo “Identidad, Memoria e Imagen en las Sierras de Córdoba”. Del encuentro entre el Museo Ambato y la Universidad Provincial de Córdoba desde cátedras de Arte y Filosofía de la Escuela Figueroa Alcorta y Fotografía de la Escuela Spilimbergo.
